Alfy, Clasor, Abia y Fred miraron
fijamente sus cartas, contemplaron sus opciones...y a sus oponentes.
A Alfy no le gustaba aquel juego. Había
demasiadas variables que no controlaba, demasiadas cartas bocabajo,
prefería jugar al holochess o cualquier otro juego de información
perfecta. Uno donde pudiese ganar a sus oponentes por simple
superioridad intelectual, porque Alfy era el mas inteligente del
grupo, y lo sabia. Podía sentir los ojos de Clasor fijos en él,
intentando escudriñar su rostro en busca de sus pensamientos, quizás
intentando adivinar que imágenes ocultaban los reversos de sus
naipes. Alfy no miró a nadie...no necesitaba hacerlo para calcular
la probabilidad que tenían los demás de tener una mano mejor que la
suya o de hacer una jugada que fastidiase su estrategia. Para él era
el juego el que ganaba o perdía, no él, no su habilidad. Pero
jugaba para mantener su mente entretenida con algo. Colocó en
silencio una carta en juego y robó otra. Le indicó a Clasor que era
su turno antes siquiera de mirar la carta.
Clasor conocía a Alfy y en el
momento que le pasó turno sin mirar la carta se dió cuenta de como
estaba jugando. Alfy era el mas previsor del grupo, el que veía mas
opciones y mejor sabia prepararse para ellas, pero no sabia adaptarse
a situaciones imprevistas y en los juegos eso era fundamental. Como
en la vida misma, los que sabían adaptarse prosperaban. Alfy era un
soñador: El mundo nunca le daría todas las variables para tomar la
decisión perfecta. Clasor jugaba para ganar, aceptando la situacion
tal y como era. Aunque no tenia unas cartas especialmente buenas si
conseguía aprovechar las oportunidades, cada resquicio de las reglas
a su favor y entorpecer a sus oponentes podía hacer que la balanza
cayese de su lado. Igual que había conseguido convencer a sus amigos
de que jugasen a un juego al que al parecer ninguno tenia ganas de
jugar. Alfy indiferente, Abia abstraída...era imposible saber en que
pensaba. Finalmente Clasor escogió uno de los peores naipes de su
mano y lo deposito sobre la mesa. Esperaría a una mejor oportunidad
pensó mientras le cedía el turno a Abia.
La mente de Abia no estaba en aquel
juego. Seguía dándole vueltas al nubarrón que paseaba sobre su
cabeza desde hacia varios días. Un cambio legislativo y un efecto
dominó posterior habían dejado en la calle a su padre. Su padre
que había trabajado duro, que había seguido todas las
leyes...traicionado por el propio sistema. Por un cambio en las
reglas del juego. Por eso Abia no pensaba que las reglas mereciesen
ser respetadas. Lo único que importa en un juego es ser el vencedor.
Abia jugaba para sentir que aun había normas que podía controlar,
que podía saltarse o intentar cambiar. En su día a día se sentía
impotente ante quienes podían cambiarlo todo sin preguntarle. De
repente se dio cuenta de que la estaban llamando. Era Fred. Al
parecer hacia un rato que Clasor le había pasado el turno. Pero ella
había estado ensimismada en sus pensamientos mientras le hablaban.
Fred la miraba fijamente así que ella le mantuvo la mirada para
distraerlo mientras sacaba una carta de su manga. Segundos después
la hubo jugado y era el turno de Fred.
Fred se dio perfecta cuenta
de como Abia hacia trampas pero no le importó. Él no estaba jugando
a las cartas: el jugaba a su propio juego y fijaba sus propias
normas. Para él aquella partida solo era una excusa para poder mirar
a Abia a los ojos. Para poder prestarle atención sin que pareciera
extraño. Aquella era la partida que había decidido jugar. Por
supuesto no podía controlar como decidiesen reaccionar los demás
jugadores y probablemente aun sin quererlo estuviese inmerso en otros
juegos en el que el solo fuese otra ficha del mismo modo que aquellas
cartas lo eran en el suyo. La vida por ejemplo esa un juego al que
nadie le había preguntado si quería jugar. Economía, política,
la propia democracia...juegos. Por supuesto siempre se podía elegir
no participar, no mover ficha...pero seguía siendo parte de un juego
aunque eso no importase: En ultima instancia el final del juego de la
vida los igualaría a todos en los demás juegos. Y la vida seguiría
jugando a la evolución siendo una ficha de la partida que la
gravedad mantenía con las otras fuerzas fundamentales.
Mientras Fred ponia otro
trozo de plástico sobre la mesa Dios no jugaba a los dados con el
universo...sino a juegos algo mas complicados.
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