Se emanciparon las
rimas. Hubo una sequía en los tinteros y las musas dejaron de ir a
misa los domingos. La primavera llegó dos años tarde y el silencio
se avergonzó de las palabras. La imaginación le puso una orden de
alejamiento al atrevimiento y la mirada cerró por aburrimiento.
“Esta humildad
estaba mas guapa vestida de sarcasmo” maullaba el gato. La voluntad
fue creciendo poco a poco por la pared asiéndose a los huecos de sus
sillares. El gato, en su cima, se afilaba las uñas en el reloj. El
tiempo pasaba porque no estaba para broncas.
Quizás este año dé
algunas flores la enredadera.
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